En los últimos años los procedimientos de cirugía plástica ha aumentado considerablemente. También los casos de ansiedad y depresión. Los expertos comienzan ya hablar de la relación del selfie con la depresión y la cirugía plástica.
Por Cristina Fernández Esteban
Ciudad de México, 1 de febrero (TICbeat/SinEmbargo).- Nuestra cultura pasará a la historia por ser la que más se miró a la cara. Al menos a través de la pantalla de sus smartphones.
La cultura del selfie está aquí y aunque no sabemos cuándo cesará lo que está dejando claro por el momento es que tantas horas mirándonos desde ángulos tan poco naturales puede conllevar consecuencias.
En una publicación de The Big Think, el portal exploraba la conxeión entre la cultura de Internet, los selfies, la autoestima y el creciente número de cirugías cosméticas.
El artículo se basa en los resultados del informe de estadísticas de la cirugía de la Sociedad Estadounidense de Cirujanos Plásticos, que reveló que entre 2000 y 2016, el número total de procedimientos cosméticos aumentó un 132 por ciento.
Algo que no es ajeno en nuestro país. Según los datos facilitados en el Curso de Residentes de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), la demanda de técnicas de rejuvenecimiento facial no quirúrgicas se ha incrementado un 10 por ciento entre 2015 y 2016.
En este punto, la reacción ante cualquier tendencia nueva y potencialmente inquietante es culpar a las redes sociales. Y el surgimiento de nuevos procedimientos cosméticos relativamente rápidos no es una excepción. “La cultura Selfie es un gran impulsor de este tipo de procedimientos poco invasivos para hacerse retoques “, revel Adam Lokeh, cirujano plástico al Star Tribune. Pero es algo que no debe extrañar.
El pasado año Khloe Kardashian revelaba a Glamour que «desearía que los inyectables fueran tratados más como maquillaje», y añadía «me permiten contornear mi cara, redibujando los labios, y nadie realmente dice que eso es una locura».
Una figura que solo en su perfil cuenta con más de 300 mil seguidores y que además cuenta con su propio reality junto al resto de la familia, que se han erigido como modelos a seguir por un amplio público femenino.
Cada día al rededor de 80 mil fotos son subidas tan solo a Instagram y según algunos datos, cerca de 1 millón de selfies son compartidos diariamente en redes sociales, de entre los cuales al rededor del 36 por ciento admite haber retocado antes las imágenes.
La fiebre de las selfies ha calado en todo el mundo y en todos los estratos.. Desde Justin Bibier hasta el Papa, todos hemos sucumbido alguna vez al poder de las redes.
Y es que tomarse una foto a uno mismo no es algo que hayamos inventado ahora, pero hacerlo de manera masiva, y sobre todo compartirlo en redes para que cualquier persona en el mundo pueda verlo sí.
De esta forma, nuestro hábito constante por enfrentarnos a la cámara produce que de manera inconsciente potenciemos nuestra atención hacia nuestro físico. El predominio de la imagen hace que nuestro aspecto de repente cobre mucha mayor importancia.
APLICACIONES DE RETOQUE FACIAL
Y que pasemos gran parte de nuestro tiempo intentando salir bien en una foto. En relación con esto, la cultura del selfie no solo ha acercado la cirugía estética al gran público. El primer paso pasa por hacernos con una de las numerosas aplicaciones de retoque facial que se han lanzado al mercado en estos años.
La aplicación de edición de fotos Meitu, fue lanzada en China en en 2008 y su función es proporcionar un método para mejorar los selfies.
El éxito ha sido tal, que la compañía ahora tiene una batería de aplicaciones, con nombres como BeautyPlus, BeautyCam y SelfieCity, que suavizan la piel, exageran las características y aclaran los ojos. Actualmente sus aplicaciones están instaladas ya en más de mil millones de teléfonos.
Pero la importancia de todo esto no es solo que los usuarios de esta aplicación pasen un promedio de 40 minutos editando sus selfies antes de ponerlos en Internet para que el mundo los vea.
El principal problema es que como muchos expertos comienzan a alertar, también estamos observando que la cultura de la imagen y del selfie está promoviendo un aumento de la ansiedad y la depresión en nuestros días.
DEPRESIÓN, ANSIEDAD Y SELFIES
Según una investigación de la revista EPJ Data Science, el análisis de más de 43 mil fotografías de Instagram detectó a personas con depresión en el 70 por ciento de los casos.
El estudio también reflejó que cuando se está deprimido se es más activo en esta red y que las imágenes que se postean suelen ser selfies, en relación a lo que ocurre con las personas sanas que suben más fotografías rodeados de gente.
El fenómeno de perseguir la ilusión de la perfección no es del todo sorprendente en nuestra era digital. Pero hay un cuerpo creciente de ciencia que muestra los vínculos entre las redes sociales, la depresión y la ansiedad.
El problema es que como marcan estos estudios, a través de estas redes nos sometemos a una constante comparación entre la supuesta vida trepidante y divertida de nuestros contactos o los cuerpos esculturales y la belleza de los ídolos a los que seguimos.
Para ello lo que los expertos recomiendan es intentar ser más conscientes de la realidad en todo momento y evitar las comparaciones que las redes sociales promueven. Desde ellas solo seguir gente que realmente pueda inspirarnos.